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La Caridad como virtud infusa: Todo es puro para los puros. Tito 1:15

El amor de caridad es una virtud infusa El amor de caridad es una virtud infusa

El Amor de Caridad es una virtud perfecta, una gracia infundida por la sabiduría divina: "Todo es puro para los puros" Carta a Tito 1:15
En la carta a Tito el apóstol Pablo exhorta sobre los que deben presidir la comunidad, en su calidad de administradores de Dios.
El hombre puro es el hombre dotado de la virtud infusa de la Caridad. El origen de las virtudes infusas en el hombre espiritual, en un sentido estricto, es la Gnosis o renacimiento espiritual: "Nadie puede ver el Reino de Dios si antes no renace de lo alto", Juan 3:3.
El afirmar que la Fe y la Esperanza son virtudes infusas eso pertenece al ámbito de la Teología, es decir a la religión o culto particular al que se pertenezca. Teología significa tratado sobre Dios. Hay que distinguir la virtud infusa de la virtud natural, la virtud natural como la prudencia y la justicia están relacionadas con el hábito y la práctica, pertenecen al ámbito del alma humana; la virtud infusa responde al ámbito del espíritu y son disposiciones permanentes cuyo origen es divino y que transforman la personalidad del hombre.
La Caridad como virtud infusa una vez adquirida no puede perderse, porque la esencia del hombre espiritual es la sabiduría, la concupiscencia, es decir la inclinación al pecado, en el hombre puro no existe como tal.
Las virtudes infusas, es decir los dones (virtudes perfectas) de ciencia, sabiduría y discernimiento, transforman la esencia del hombre, sin alterar la substancia. El hombre puro es el hombre bienaventurado por excelencia, en el están realizadas la vida eterna y la esperanza: bienaventurados los puros de corazón porque verán a Dios. Mateo 5:8.
En tiempos de Jesucristo la administración del Templo y de la religión estaba sujeto a normas de pureza e impureza como aparece en los Libros de Levítico y Números. El Apóstol Pablo exige que aquellos que son administradores de Dios, los sacerdotes, deben percibir el mundo con la pureza y la luz de la sabiduría, el Amor al Bien: "el hombre espiritual, en cambio, todo lo juzga y no puede ser juzgado por nadie" 1 Corintios 2:15. Para el sabio, todo es puro.
El apóstol Pablo finalmente alerta, en la Carta, sobre quienes no pueden heredar el Reino de Dios: "los hechiceros, los lujuriosos, los asesinos, los idolatras y todos aquellos que aman y practican la falsedad", Apocalipsis 22:15.

 

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